Introducción
“Está todo ahí. Todos los documentos han estado en esa gran maleta en mi sótano durante los últimos 30 años: cartas, peticiones, fotografías, recortes de prensa... Podrían ayudar a explicar qué sucedió realmente en ese entonces y cómo” – nos dijo recientemente un amigo, activista de derechos humanos.
Y, sin embargo, todos estuvimos de acuerdo, mientras esos documentos permanezcan en esa maleta, en ese sótano, prácticamente no están en ninguna parte. No están ayudando a explicar o enseñar a nuestra sociedad, o a otras, ninguna de las muchas cosas que podrían. Además, corren grave peligro de perderse pues se degradan con el tiempo.
Muchos de ustedes, lectores de este manual, se habrán encontrado con este tipo de maletas (o tal vez cajas de tarjetas o estantes abarrotados), llenas de material histórico invaluable sobre eventos, crímenes, víctimas o procesos jurídicos; o quizás sobre el contexto más amplio de los abusos contra los derechos humanos cometidos durante un conflicto armado o un régimen violento. Tal vez se hayan topado con una caja de discos duros, o una pila de DVD, que contienen lo que parece ser innumerables archivos digitales con declaraciones de testigos o grabaciones audiovisuales que atestiguan la brutalidad policial y las protestas de los ciudadanos.
Este tipo de material tiene un inmenso valor social e histórico y al enfrentarse a, por ejemplo, una declaración de un sobreviviente de una ejecución masiva, o una carta de un esposo a su mujer desde un campo de concentración, o una bufanda hecha por una madre para su hijo desaparecido, ningún ciudadano razonable, y mucho menos un activista de derechos humanos, podría permitir que se pierda y se olvide. Nuestros valores fundamentales, nuestro propio instinto, toda nuestra formación y experiencia nos piden a gritos que tales pruebas invaluables, tales fragmentos de historia, se preserven y se hagan públicos para las generaciones actuales y futuras de ciudadanos que se enfrentan al legado de violencia del pasado de su país.
Muchos de ustedes comprenden muy bien el valor de dicho material, ya que pueden haberlo utilizado para ayudar a las víctimas a ejercer su derecho a la reparación; para identificar a los autores de delitos y llevarlos ante la justicia, o para apoyar la narración de la verdad, la conmemoración o la educación sobre el pasado violento. Lo que viene con esa experiencia es la comprensión de que no basta con poseer determinados documentos o materiales, por valioso que sea su contenido.
Para que dicho material pueda ser utilizado para alguna de las nobles causas de la defensa de los derechos humanos o la justicia transicional, necesitamos saber exactamente lo que contiene, estructurarlo y describirlo, identificar cada uno de los elementos que lo componen, definir su relación con otros elementos o grupos y almacenarlo de una manera que nos permita a nosotros, y a otros, encontrarlo otra vez en otro momento, así como recuperarlo y usarlo de manera segura.
Dicho de otro modo, necesitamos crear un archivo.
Pero este archivo también debería ser fácil de consultar, con un acceso simple a cada elemento y su descripcion. El público debe tener acceso a material no confidencial y debe poder copiarlo, analizarlo y reutilizarlo con fines legales, educativos, artísticos o de otro tipo. De forma más inmediata, el contenido del archivo debe conservarse de forma segura, posiblemente a largo plazo. Además, se deben crear copias de seguridad, todo el contenido debe almacenarse en forma segura y se debe garantizar la posibilidad de moverlo a otro lugar si es necesario.
Es decir, necesitamos crear un archivo digital.
En pocas palabras, a menos que los registros recopilados de delitos y abusos de los derechos humanos, tanto físicos como digitales, se conserven en un sistema y en formato digital de manera planificada, organizada y sostenible, su uso inmediato será muy limitado y, a largo plazo, es poco probable que sean preservados y mucho menos aprovechados para cumplir plenamente su propósito en el futuro. Esta es la razón por la cual la necesidad de un archivo digital se encuentra en el centro del trabajo arduo y minucioso de numerosas organizaciones en todo el mundo que registran y protegen material sobre violaciones de derechos humanos. Es por ello que se creó este manual: para guiar a las organizaciones de la sociedad civil (OSC) a través de este proceso y ayudarlas a crear y desarrollar sus propios archivos digitales.